A pesar de algunos nuevos aspectos, las características básicas del juego siguen siendo las mismas que las de los últimos siglos: una red de coordenadas estratégicas que permiten los movimientos de las figuras: soldados, mensajeros, caballeros, elefantes... obteniendo así un juego con infinitas posibilidades.
En situaciones de combate real, los generales buscaban una relativa seguridad colocándose lejos de la batalla. Así, Hassler comienza a conformar el tablero de ajedrez como un terreno con una colina, con dos colinas, con un río... Pronto abandona la estricta diferenciación de color (blanco/negro) en favor de otras distinciones formales, de modo que, al final, la red habitual de coordenadas estratégicas desaparece completamente del tablero. Los jugadores tienen que orientarse por el espacio de otra manera. Como consecuencia de este paso, las tradicionales figuras de ajedrez colocadas en sus casillas se convierten en su propio sistema de orientación, adoptando la forma de un cuadrado o parte del mismo (es decir, ellas mismas se transforman en las casillas).
A pesar de la confusión creciente que se deriva de los tableros se pretende que cualquiera sea capaz de jugar. En obras más recientes, se anima a los jugadores a que decidan entre los dos cuál será el terreno en el que se juegue y, durante el juego, colocar las figuras en las casillas para lograr un orden “hermoso”; por lo tanto, todo depende del entendimiento que tenga cada jugador del juego y de sus reglas, y un azar caótico puede invadir la partida. Sin embargo, este caos puede ser corregido en el transcurso de la partida por los jugadores haciéndose valer de las líneas estéticas del tablero.
El interés reside en el constante intercambio entre el aparente caos y el orden, entre la forma y la falta de forma, y una visión diferente según veamos el tablero de frente o ligeramente de costado.
Esta superación multidimensional del poder de la imaginación, a fin de modificar la forma de las piezas de ajedrez y transformarlas en un paisaje o en una composición arquitectónica requiere flexibilidad y un nuevo y fresco enfoque conceptual. Además, añade el placer del juego, que es el objetivo real de Jürg Hassler: liberar al ajedrez de sus rígidas y restrictivas convenciones.
Red Sea, 2005 © Jürg Hassler, Küsnacht. Photographer: Steff Gruber.
*Enlaces relacionados:
-La noticia en Artdaily.org (en inglés).
-La información de la exposición en la web del Museo Tinguely.
-Más fotos de la exposición desde la web del Museo Tinguely.
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